RELATO BATALLA OGROS vs CAOS
En éste fin de semana tan señalado con motivo de la Freak Wars os traemos un relato cosecha de nuestro general Maekhäl Yeurl donde relata su ultima batalla contra los ejércitos de los reinos ogros. Esperemos que os guste.
Al principio, todo era oscuridad...la mente de Barakar no
podía ver más allá de la oscuridad que le rodeaba...No sentía nada, ni sus
manos, ni sus piernas...ni sus brazos doloridos o el tacto del cuero que
recubría el mango de su alabarda. Sentía que estaba flotando, o al menos eso
pensaba que sería flotar…de manera instintiva. No había nada, o todo era la
nada...y Barakar empezaba a pensar que se habría convertido en parte de ella.
Estaba flotando, en la inmensidad del Caos, en un espacio vacío, más allá de la
realidad o la vida y la muerte…pues ya no sabía si estaba con vida, o había
perecido de sus heridas y sus últimos recuerdos sólo eran un sueño...el sueño
de un moribundo.
De pronto, el vacío se tornó en luz, y el tronar de un
cuerno de guerra retumbó en sus oídos, y como acto reflejo, se levantó de lo
que reconocía como su catre, dentro de lo que él pensaba que fuera el interior
de su tienda de campaña, las mismas pieles, las mismas velas, los mismos
candelabros y trofeos…todo igual, pero algo era distinto…aunque no supiera
reconocer el qué. Otra vez el trueno de guerra sonó, esta vez más impaciente y
apresurado, forzándole a ponerse en pie de un salto y cogiendo de manera
instintiva a RevientaPechos, su alabarda, que le había acompañada durante
tantos años y con la que había entregado al Caos una ofrenda tras otra.
Al incorporarse, algo le pareció distinto. Bajó la mirada, y
con asombro pudo contemplar como lo que antes era su piel metálica -el regalo
con el que los dioses le habían agraciado al nacer, y con el que se había
marcado el destino entre los suyos-, ya no estaba ahí. En su lugar, había una
coraza negra veteada, de un negro intenso, y en cada veta, una luz perversa
brillaba con intensidad malévola. Absorto en su contemplación, mirando y
disfrutando la factura de la armadura, Barakar fue sorprendido por una
sombra...la sombra de un ente de otra dimensión, no era humano, ya no al menos,
y esa sombra púrpura se movió dentro de la armadura, en su superficie, hasta
desaparecer por una de las vetas refulgentes.
El cuerno volvió a soplar, para no volverlo a hacer, puesta
era la última vez que se daría la señal de alarma...Apresurándose para salir de
su tienda Barakar asió su casco con su mano libre, y lo encajó con fuerza en su
cabeza, listo para enfrentarse contra cualquier enemigo que hubiera osado
entrar en sus dominios. Pero al salir de su tienda, de nuevo Barakar sintió una
sensación de sorpresa, y esta vez casi ralló la locura. Sus tiendas estaban
rodeadas por los desiertos del Caos, un ambiente rojizo dominaba el entorno, el
suelo era piedra volcánica, dura, rocosa, llena de polvo....los pocos árboles
que había cerca estaba contrahechos, su corteza era de sangre...o fuego...y no
paraba de moverse y dar la sensación de estar viva, respirando....esos árboles
muertos estaban rodeados de cadáveres, como si hubiesen sido los culpables de
la muerte de los hombres que habían osado cruzarlos, o siquiera haber puesto un
pie en sus lindes. Al rededor de su campamento, había pozos de fuego y lava,
que escupían tierra líquida, o lo que parecía ser eso...sino era algo más
siniestro, como simple metal candente, expulsado de la tierra al rojo vivo,
como si la tierra no pudiera aguantarlo dentro por más tiempo.
Después de hacerse a la idea de que estaba en otro lugar
distinto al que había acampado esta misma mañana, antes de atacar a los Enanos
de metal, Barakar buscó en el horizonte a su nueva amenaza, y cuando por fin
sus ojos se hicieron al polvo, pudo verla: unos enormes ogros, montañas de
músculo y metal, ataviados con plumas y pinturas de guerra, se habían
congregado alrededor de su campamento y lo estaban atacando. Pronto se unió a
sus hombres, a los que a partir de ese día llamaría Lágrimas Negras, en
homenaje a cómo había conseguido su armadura y confirmarse como paladín del
Caos, y formaron para abatir al invasor.
Avanzando contra ellos, pudo ver cómo una nueva partida de
guerra se le había unido. Guerreros enfebrecidos por la sed de sangre,
ataviados con armaduras rojas, o manchadas con la sangre reseca de sus
enemigos, gritaban y juraban en nombre de los dioses, dispuestos a sacrificar a
todos en favor de sus creencias de destrucción y muerte.
Todos sus guerreros avanzaron al unísono, pero eran
demasiado pocos y las fuerza ogras les habían rodeado…pronto se lanzarían al
combate contra ellos y sólo podrían ganar esta batalla de una forma: atacando
duramente en el centro de las fauces que los iban a tragar.
A su izquierda, como siempre, el Ogro Grutt y sus chicos
iban abriendo camino, ya que tenían una zancada más amplia y podían cubrir más
terreno. Blandiendo sus armas pesadas, Barakar sabía que podía confiar en ello
para dar buena cuenta de las amenazas de esa zona...al menos durante un tiempo.
Sin embargo, a su derecha se encontraban esos guerreros locos...y no confiaba
en ellos. simple y llanamente, no podía saber si su flanco estaba seguro o no.
Así que sin pensárselo dos veces, se abalanzó sobre el enemigo lo más
rápidamente posible.
De pronto, un estruendo se escuchó en las cercanías, un
estruendo que le estaba empezando a sonar familiar…pólvora…y de pronto una bala
de cañón surcó el cielo a toda velocidad de camino a los ogros. Por suerte, la
bala de cañón aterrizó muy lejos, sin peligro para sus seguidores. Instantes después,
otro petardazo tronó en las cercanías, y esta vez Barakar pudo ver cómo la bala
se dirigía directamente a sus hombres. Pero entonces, uno de sus guerreros,
Kantor, detuvo la bala con su cabeza, lo cual provocó una sonora carcajada
entre sus guerreros...Kantor no era muy listo, pero había demostrado más de una
vez ser fuerte como un toro…aunque esta vez...su suerte había sido más que un
prodigio físico. Barakar sonrió no solo por la escena con la bala de cañón…sino
porque además había presenciado el augurio del Caos, que había marcado a uno de
sus seguidores como digno de su atención.
Por fin tuvieron cerca a los ogros, esos infames guerreros
terribles, llenos de músculo, grasa y sangre reseca estaban por todas partes, y
cuando por fin pudo verlos de cerca, resultó ser que algunos tenían más cañones
en las manos. De pronto, soltaron una descarga y una nube de humo invadió todo,
dejándoles ciegos...una vez el humo se disipó, Barakar pudo ver que sus hombres
seguían en pie, y que algunos estaban iniciando ya la carga hacia sus enemigos.
Sólo cuando ya había recorrido casi la mitad del camino, sus
guerreros se dieron cuenta de que entre ellos y su objetivo había unos seres
pequeños...como lagartos...que sin duda serían las mascotas de esos ogros. al
verlos tan expuestos, sus guerreros no se lo pensaron dos veces y les
avasallaron, destrozándoles y reventándoles a su paso. Después del frenesí de combate,
Barakar pudo ver por encima de su hombro derecho que los guerreros homicidas
que les habían seguido habían trabado combate contra otros ogros, estos
ataviados con plumas más grandes...y armas más grandes todavía. Locos en un
frenesí de destrucción a mayor gloria del Caos, los guerreros sometieron a sus
enemigos a una cantidad de golpes con sus hachas que difícilmente cualquier
otra criatura las hubiera soportado, pero estos ogros, reforzados por alguna
locura transitoria, o simplemente con unas ganas locas de morir, siguieron
plantando cara a sus enemigos…al menos durante un tiempo. Instantes después,
con renovada energía, los tarados guerreros atacaron de nuevo a los ogros, que
presas de la sorpresa, fueron despedazados en una orgía de destrucción. Los
guerreros, envalentonados por el ataque, persiguieron a los supervivientes, y
en su carrera, se trabaron contra el artilugio que vomitaba a duras penas las
balas de cañón destruyéndolo de una.
Los problemas asaltaron a Barakar cuando giró su cabeza y
por su hombro izquierdo pudo ver al regimiento de Grutt, o lo que quedaba de
él. El puñado de ogros que quedaban en pie junto Grutt estaban trabados con lo
que debería ser el líder de la horda, pues sostenía un martillo tan enorme, y
cubierto por tanta sangre, que no había duda de que era el líder de la partida
de ogros. Por si hubiera el más mínimo resquicio de duda, los cadáveres de los
ogros de Grutt eran mudos testigos de la muerte y el poder que tenía en sus
manos ese ogro déspota. Volviendo a su
realidad, Barakar cargó contra los ogros de los cañones, y en su ataque, más
ogros se lanzaron contra él y sus guerreros. Sus alabardas dieron buena cuenta
de ellos, dejando pocos ogros con ganas de pelea.
Esto dejó el camino libre hasta el líder de la horda, y
Barakar no se lo pensó dos veces. Le mataría en combate singular, y con la
gracia del Caos que le había sido otorgada, le destruiría. Ansioso de victoria,
Barakar acudió al centro del campo de batalla, en señal de duelo, y el ogro
gigantesco se dio por aludido, acudiendo al combate contra él. En unas zancadas
propias de un rastrealmas de Slaanesh, el ogro se plantó ante Barakar, quien
únicamente pudo cubrirse con su alabarda para desbaratar los atacases del ogro.
Una vez pudo atacar, le devolvió los golpes con tanta ansia, que pudo superar
sus defensas y llegar a su cuerpo. Ambos habían entablado combate pensando que
lo ganarían, pero, sin embargo, ninguno pudo superar claramente al otro....
***** *****
En cuanto estuvo listo para dar una estocada más, Barakar se
levantó de nuevo en su tienda, sin polvo, sin alabarda, sin ningún ogro a la
vista. No había cuernos sonando ni tropas en movimiento, todo había vuelto a la
normalidad y el filo del mañana rallaba la entrada de su tienda. Barakar se
incorporó, abrumado por el hecho de haber tenido un sueño tan real que no supo
cómo reaccionar al ver su pecho…de nuevo podía ver aquel negro oscuro como la
noche...aquellas vetas con luz propia...aquella reliquia que ahora se le había
confiado. Sintiendo el peso del destino…Barakar se levantó de su camastro…y una
voz retumbó en su interior….
¡¡¡¡¡Freakkkk WWWAAAARRRRRSSSS!!!!
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