RELATO BATALLA CAOS vs ENANOS





RELATO CAOS vs ENANOS


Barakar Kul sabía de la existencia de los seres que se denominaban ‘Enanos’. Gracias a las historias de guerra de su tribu se había podido imaginar cientos de veces como serían aquellos enemigos, que se decía que fueran mucho más pequeños que los sureños…pero nunca hubiese imaginado que el tamaño fuese tan diferente.

El señor del caos había imaginado a los Enanos un poco más pequeños que los hombrecillos del Imperio, unas formas de vida débiles y frágiles, pero parecidas en algo a ellos...nada que ver con la realidad. Los enanos habían demostrado hacer honor a su nombre, y para Barakar y sus hombres, no eran más que niños o adultos atrofiados...incluso algunos de sus hombres se mofaron al ver las pequeñas formas moverse y abrirse paso montaña abajo.

Sin embargo, algo se desprendía de sus movimientos de marcha. Esa cadencia al unísono, esas armaduras, ese repicar de metal…daban la impresión de saber lo que estaban haciendo, y de estar bien entrenados y equipados para ello. Si su habilidad marcial se parecía en algo al despliegue de coordinación del desfile...sería una gran batalla. Barakar esbozó una sonrisa, y apretó con fuerza el mango de su alabarda dispuesto a verter sangre con ella, y consagrar esa tierra al Caos.

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Fulghrim Ojo de Plata había avistado la humareda de la aldea humana a mediodía de la mañana anterior, enseguida hizo llamar a los guerreros más ancianos y con más experiencia para pedir consejo.

La determinación del concilio fue que debían llamar a cualquier enano capaz del clan, pues no podrían pasar desapercibidos, ya que una de las entradas a su fortaleza estaba justo al lado de uno de los caminos principales que salían de la aldea, vestigio de tiempos mejores...y por lo tanto evitar la pelea no era una opción. Todos los enanos disponibles de la fortaleza se pertrecharon con sus armas ancestrales, y se dirigieron a la puerta Sur, por donde saldrían para hacer frente al enemigo.

En el camino a la aldea humana, Fulghrim pudo divisar las horribles bestias que acompañaban a los humanos del caos. Una de ellas, en particular, era una aberración a la vista, y le daba tanto asco que sería la primera que ordenaría abatir.

Después de bajar el camino, Fulghrim ordenó a sus enanos desplegarse como lo había hecho siempre, en una línea de disparo sobre la colina del Sureste y la línea de batalla en el paso que iba directo a su entrada al Karak. Conocía bien su tierra y sus ancestros se habían ocupado bien de enseñarle cómo sacar provecho de ella en la guerra.

Miró a sus acompañantes, los Barbaslargas y los Rompehierros del clan, con un gesto adusto y recibió el mismo gesto de su parte. Eso le reconfortó, eran los mejores enanos con los que pelear, pues sabían hacer su trabajo, y lo hacían muy bien.

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En el centro de batalla de los guerreros del Caos, la bestia que otrora fuese un hombre se retorcía gemía y gritaba con una voz formada por mil almas...su boca echaba fuego y de su nariz -o lo que debiera ser una nariz- salía un humo negro y denso como una noche oscura sin luna. Avanzó al paso del ejército, y con un grito demente, el ejército enano supo que la batalla había comenzado.

Las huestes del Caos avanzaron sin pausa por el campo de batalla, poco importaron los virotes de ballesta, postas o balas de cañón que los enanos les arrojaron encima. La hueste del Eterno avanzaba inexorable hacia su objetivo. Cuando estuvieron los suficientemente cerca, soltaron a sus perros de presa para azuzar a las dotaciones de las máquinas de guerra, y el efecto fue más que notorio.

Con una sonora explosión, los cañones del cañón órgano, esa maravilla de la ingeniería enana, saltaron por los aires como si fueran pajas que llevase el viento de verano. Toda la línea de batalla de los enanos miró hacia la explosión, y hasta los más ancianos y venerables del lugar, sabían que eso no era buena señal, no era un buen augurio; no obstante, haciendo gala de la obstinación enana, asieron con más fuerza aún los mangos de sus hachas, y con gesto firme soltaron comentarios socarrones del tipo 'Bien...más caracuernos para mí' o 'ya iba siendo hora de que alguien pusiera música....quiero bailar con esos adoradores del infierno'....quitando peso necesario a la situación para animar a los jóvenes que les acompañaban en batalla.

Pero lo cierto fue que la batalla se tornó en carnicería…una carnicería sangrienta...digna de los ojos de los dioses.

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Barakar Kul empezó a reír dentro de su casco…dos veces había visto cañones y pólvora desde que el portal se abriera ante él, y dos veces esos artilugios habían saltado por los aires ellos solos...cada vez que lo recordaba, una mueca de sonrisa cruzaba su cara.

Miró brevemente su línea de batalla, y toda ella avanzaba como una sola entidad. Entonces fue cuando su menté entró en la de su siervo...su engendro dejó entonces de deambular por el campo de batalla, y apretó el paso para llegar al combate y destruir, pues destruir era su único cometido…destruir en el nombre de los Dioses del Caos.

Por fin sus huestes llegaron al combate, él contra unos enanos en armadura, y los siervos que le acompañaban contra las unidades de disparo del enemigo...los únicos enanos sin armadura que vio, fueron los que se trabaron contra los Ogros de Grutt...'Maldito perro...se ve que hoy quiere vaguear' pensó para sí el señor de la guerra. Nada más lejos de la realidad.

Él y sus tropas atravesaron a los enanos con armadura como el hierro ardiente la nieve del norte…pero esos pequeños de crestas naranjas...usaban sus hachas con odio, con furia, y se movían alrededor y entre las piernas de los ogros como si no temiesen a la muerte...o lo que era peor, como si la buscasen.

'Malditos tontos del culo, son unos torpes de cojones…' Pensó Barakar volviendo su cabeza hacia sus objetivos. Consternado, Barakar Kul se separó de su unidad en cuanto liquidaron a sus contrincantes, y se dirigió a solas directo a entablar combate con esas pequeñas bestias, que en su furia de combate habían descuartizado o hecho huir a los ogros de Grutt.

Rápidamente se vio rodeado por ellos, pero gracias a su alabarda pudo dar buena cuenta de media docena antes de siquiera llegar a estar rodeado por completo por ellos. Sin embargo, otros ocuparon el lugar de los caídos y los que parecían estar muertos, de pronto se ponían en pie y seguían luchando, con golpes certeros y llenos de energía, como la llama final de una hoguera antes de apagarse por completo.

Sin embargo, lejos de desanimarse, Barakar Kul asió con más fuerza aún su alabarda, y con un grito de guerra del inframundo, atacó y descargo una furia letal sobre sus enemigos, acabando con ellos en el acto. Después del combate del que había salido airoso por los pelos, aflojó la presa sobre su albarda, y mientras observaba cómo la sangre de sus enemigos recorría el filo del arma, pudo notar cómo su visión se tornaba roja...empezó a ver borroso...y de pronto, se dio cuenta de que le habían herido de gravedad.... en la cabeza, el costado, y una de sus piernas.

Entonces, un estallido de rabia, odio y pura furia contra todo y contra todos le invadió, pues había dejado que unos seres enanos le hiriesen en combate a Él, un paladín elegido por los propios dioses.... La rabia contenida se desató en un grito de furia, y entonces unas lágrimas empezaron a emerger de sus ojos… unas lágrimas negras como la noche, y densas como la lava de los desiertos del caos.

Esas lágrimas cayeron al terreno, y al caer, tornaban en césped muerto la tierra donde caían...después de caer unas cuantas más la tierra se agrietó, y Barakar Kul vio cómo sus fuerzas le abandonaban, postrando su cuerpo sobre la tierra que había consagrado al caos...primero una pierna se aflojó, haciéndole hincar la rodilla, luego la palma de su mano libre se apoyó en el suelo, y finalmente la mano con la alabarda dejó de tener fuerza y se vio obligado a soltar su arma…algo que nunca había hecho en sus más de mil batallas libradas. Entonces, las lágrimas se convirtieron en torrente incontrolado, Barakar notaba que ya no era su cuerpo quien las generaba, y entonces una fuerza desconocida atenazó su cuerpo…con tanta fuerza que no lo pudo soportar y vomitó más líquido negro aún.

De ese charco infecto, negro como la noche, y liso como una piedra de obsidiana, emergió una armadura...era de placas amplias y firmes, con filos por doquier, y como las fauces de una bestia, los filos del vientre de la armadura se separaron, dejando ver una garganta en medio de la armadura, con un negro abisal dentro. La armadura entonces le engulló; era la Armadura de Asavar Kul, y le había reclamado como ejecutor de la voluntad del Caos.

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