RELATO BATALLA ALTOS ELFOS vs OGROS
RELATO ALTO ELFO
Eridion marchaba absorto en sus pensamientos dándole vueltas a la
misión que el consejo del alto mando de Ulthuan le había encomendado.
“Nos han llegado noticias de que
un poderoso artefacto se encuentra en el territorio de Degrofer. No tenemos
información de aquel terreno pero sabemos que el artefacto no debe caer en
manos equivocadas. Marcharás con una fuerza de expedición a Degrofer,
encontrarás el artefacto y lo traerás de vuelta a Ulthuan, ¿entendido?”—fueron
las palabras con las que comenzó aquella aventura.
Hace pocos días habían llegado a las costas de aquellas tierras
desconocidas. Habían asegurado la playa con una base cerca de la costa y los
barcos. Ahora con una pequeña tropa de reconocimiento, se habían adentrado
hacia el interior de aquel territorio.
En vanguardia marchaba una pequeña escuadra de Yelmos Plateados, la
Guardia Plateada, capitaneada por Tharsus. Detrás iba Eridion escoltado por su
guardia de Melenas Grises, un regimiento de Leones Blancos de Cracia bajo las
órdenes de Khortiax.
Siguiendo a los Melenas Grises y ayudados de una carreta iba una
dotación de artillería de la sección Furia del Águila portando un lanzavirotes
de repetición. Cerrando la columna de reconocimiento marchaba la Compañía
Argéntea, un regimiento de lanceros capitaneados por el veterano Althoren.
Llevaban bastantes horas de marcha hacia el interior de aquellas
tierras hasta que llegaron a un frondoso valle verde. Eridion seguía pensativo
recordando los días en la fortaleza de Tor Atan en Cracia donde estaba
destinado desde hacía muchos años, pero el sonido de un corcel galopando a toda
velocidad le sacó de sus pensamientos.
-
Mi señor,
hay algo al otro lado del valle y no sabemos de qué se trata. Lo mejor es
detener el avance. – le comentó Tharsus, el capitán de los Yelmos Plateados,
que había regresado a toda prisa desde la vanguardia de la expedición.
-
De
acuerdo, deshaced la columna de avance y formación de combate. Más vale ser
precavidos en estas tierras. – ordenó Eridion.
Al instante y sin apenas un ruido, los elfos ya estaban en posición de
combate. La dotación del lanzavirotes se había posicionado en lo alto de una
colina en el flanco derecho desde donde dominaba todo el valle.
Los caballeros de la Guardia Plateada se posicionaron en el flanco
izquierdo y, en entre los Yelmos Plateados y el lanzavirotes, se posicionaron
los Leones Blancos y los lanceros formando el centro de la fuerza élfica.
Todo estaba en silencio hasta que, de pronto, de los bosques del otro
lado del valle se comenzaron a vislumbrar enormes figuras que parecían
gigantes. Terribles criaturas con pinturas de guerra adornando su cuerpo
aparecieron de los bosques. Eran ogros y marchaban a paso ligero contra la
fuerza élfica.
En el flanco izquierdo, de un bosque, salió un regimiento de ogros
toro y otro regimiento de unos ogros armados con poderosas armas de fuego. En
el flanco derecho una terrible e inmensa criatura tiraba de un gigantesco
cañón. Como una especie de saurio domado por un enorme ogro. La visión era espeluznante.
El centro de batalla lo formaba otro regimiento de ogros toro y un regimiento
de pequeñas criaturas chillonas e inquietas, gnoblars.
Eridion usó su magia para contactar mentalmente con los capitanes de
su ejército para transmitir las ordenes de forma rápida y precisa.
-
Dotación
de Furia del Águila, fuego a discreción sobre sus proyectiles. Debemos anular
sus proyectiles si queremos tener una oportunidad. Tharsus, tú y tus caballeros
intentad flanquear al enemigo, rodeadles para que se entretengan y no marchen
con todo. Khortiax y Althoren, nosotros permaneceremos aquí en el centro de la
batalla, seremos el yunque con el que chocaran esas bestias. ¡Ahora!
En un abrir y cerrar de ojos los Yelmos Plateados marchaban veloces
por el flanco izquierdo y el lanzavirotes descargaba andanadas sobre los Sueltafuegos.
Eridion se concentró y comenzó a extraer poder de los vientos de la
magia. La magia de jade era propicia en aquel entorno. La proximidad de los
enemigos al bosque era sin duda una ventaja que debía explotar. Concentró todas
sus energías y comenzó a crear zarcillos de pura magia jade que salieron del
bosque y comenzaron a azotar con las espinas a los ogros Sueltafuegos.
El plan de Eridion marchaba según lo planeado y el regimiento de
Sueltafuegos quedó prácticamente diezmado. A continuación, Eridion se concentró
en lanzar hechizos defensivos sobre el centro del campo de batalla. Convirtió
la piel de sus leales Leones Blancos en piedra viviente para otorgarles
resistencia ante un posible ataque a distancia y, a su vez, convocó una niebla
mística que cubría todo el centro de batalla haciendo imposible la visión al
enemigo.
Los ogros comenzaron a correr hacia delante y el campo de batalla se
estremecía con sus pisadas. Los elfos se miraban entre si pensando en cómo
poder detener a aquellas máquinas de guerra. Un estruendo resonó en todo campo
de batalla y un caballero elfo yacía desintegrado por una bola de cañón.
Los Yelmos Plateados seguían cabalgando veloces hasta situarse en la
retaguardia del regimiento de Ogros Toro. La infantería élfica mantenía la
posición oculta entre la bruma y la dotación del Furia del Águila seguía castigando ahora a uno
de los regimientos de ogros toro.
Eridion intentó de nuevo concentrarse pero esta vez no pudo extraer
mucho poder de los vientos de la magia, con lo que decidió gastar el poco poder
que consiguió en crear más zarzas místicas contra el regimiento de ogros toro
que estaba siendo castigado por la artillería. De nuevo la estrategia funcionó
y otro regimiento diezmado entre proyectiles y magia. Todo parecía ir según lo planeado,
pero solamente era la calma que precede a la tempestad.
El avance de los ogros era implacable. Los diezmados regimientos de
ogros toro y sueltafuegos marchaban hacia los caballeros elfos, mientras que el
grueso de ejercito ogro marchaba a por la infantería de los Asur.
El ogro sueltafuegos disparó su arma contra los Yelmos Plateados. Cientos
de trozos de metal cayeron sobre los caballeros rebotando en sus plateadas
armaduras, pero una de las piezas de metralla alcanzó el cuello de un caballero
seccionándole la cabeza. Las carcajadas del sueltafuegos al ver morir al elfo
se escucharon en todo el valle.
En el otro flanco del valle, el tremendo saurio apuntó su cañón contra
el lanzavirotes de la colina. Sabían que el lanzavirotes les estaba castigando
duro y lo querían aniquilar. Esas criaturas eran grandes y temibles, pero no
eran idiotas. La dotación del lanzavirotes lo vio, se puso a cubierto rezando a
Asuryan y ocurrió el milagro. No se escuchó detonación alguna, ni disparo, ni
nada…solo silencio. El cañón se había atascado. Asuryan había intercedido y les
había dado otra oportunidad.
Ante el inminente avance de los ogros, Khortiax le pidió a Eridion que
les permitiera entrar ya en combate.
-
General
Eridion por favor, no puedo quedarme quieto esperando mientras veo a mis
hermanos caer. Hemos perdido ya dos caballeros y casi perdemos la artillería. Debemos
actuar ya.
-
Está bien
Khortiax, tal vez tengas razón, es hora de entrar en batalla. Aprovechemos
nuestra potencia para eliminar a esos gnoblars antes de que la cosa se ponga
peor. ¡Althoren! Tú y tus lanceros
proteged nuestra retaguardia y la colina del lanzavirotes a toda costa– le
dijo Eridion al campeón de la Compañía Argéntea.
-
Sí, mi
señor. ¡Por Ulthuan! – gritó Althoren.
Inmediatamente los Melenas Grises de Khortiax se lanzaron a la carga
contra la unidad de gnoblars y el combate terminó casi al empezar. Las afiladas
hachas de los leones cercenaban brazos, piernas y cabezas a un ritmo frenético
hasta que los gnoblars se batieron en retirada, pero el ímpetu de los Leones
era tal que les dieron caza y los exterminaron.
Concentrado en el combate y la persecución, Eridion no fue capaz de
concentrarse para lanzar magia. Su concentración estaba rota.
El ogro sueltafuegos aún estaba riéndose después de matar al Yelmo
Plateado cuando la dotación del lanzavirotes abrió fuego contra él,
acribillándolo y matándolo en mitad del campo de batalla. Venganza por el Yelmo
caído.
Sin embargo, no fue suficiente para que los Yelmos reaccionaran. Aún
estaban desconcertados por la pérdida de dos de sus caballeros cuando les pilló
desprevenidos la carga del ogro toro por la retaguardia. El miedo se apoderó de
ellos y Tharsus no pudo impedir que los caballeros salieran huyendo de aquel
enfurecido ogro toro.
-
¡Hermanos!
Es nuestra hora. Debemos contener la arremetida de esas bestias. ¡Muro de
escudos! ¡Lanzas al frente! ¡Por el Rey! ¡Por Ulthuan! ¡Por Eridion! – les
gritó Althoren a sus lanceros.
Al unísono y de
manera sincronizada la Compañía Argéntea se había transformado en un muro de
escudos azules del que salían lanzas por todos los sitios. Se preparaban para
recibir la embestida del carro ogro y del general de los ogros.
El impacto fue
brutal. Retumbo en todo el valle. Varios elfos salieron despedidos y muertos por
el impacto pero la formación se mantuvo firme y aguantó la carga.
En el otro extremo
del valle Tharsus gritaba órdenes a sus Yelmos en un intento de reagruparlos,
pero los caballeros estaban en shock y no hacían caso: seguían cabalgando
cegados por el miedo huyendo lo más rápido que podían de aquel valle.
Los Melenas Grises
de Khortiax, una vez terminado el trabajo, se dieron media vuelta para ir en
ayuda de sus compañeros de la Compañía Argéntea. Ahora Eridion sí podía
concentrarse para extraer poder de los vientos de la magia y convirtió la piel
de los lanceros en piedra para ayudarles a resistir mientras llegaban en su
ayuda. También lanzó de nuevo las zarzas místicas sobre la unidad de ogros toro
que se lanzaba a por el flanco de los lanceros. El lanzavirotes seguía castigando
a los ogros toro, pero los virotes rebotaban en la gruesa piel de estos
terribles enemigos.
El combate de los
lanceros seguía siendo muy sangriento. Los elfos herían con sus lanzas al
gigantesco saurio, pero solo conseguían enfurecerlo mientras los ogros seguían
destrozando y devorando lanceros elfos. ¿Cuánto tiempo más podrían resistir sin
ayuda? Sorprendentemente seguían manteniendo la formación de forma heroica dando
tiempo al resto de sus compañeros para salvarse o poder maniobrar. Pero
finalmente los ogros toro llegaron como una avalancha por el flanco izquierdo
de los lanceros. Allí no tenían la protección del muro de escudos con lo que
los ogros entraron por el flanco como un cuchillo en la mantequilla. La
formación de los lanceros se rompió por la mitad y comenzaron a correr colina
arriba para intentar reagruparse, pero fue imposible. Los ogros, el saurio y el
general ogro tenían demasiada sed de sangre y mataron a todo aquel que no
consiguió huir a tiempo.
La dotación de la
Furia del Águila asistió al sangriento espectáculo desde lo alto de la colina.
No podían contener las lágrimas de ira e impotencia al ver a sus hermanos ser
devorados y despedazados allí abajo. Fruto de esta ira ambos elfos se miraron y
asintieron con la cabeza. Se pusieron manos a la obra para configurar rápidamente
el lanzavirotes para disparar un único proyectil. Lo cargaron, rezaron de nuevo
a Asryuan y apuntaron a la cabeza del general ogro. Era ahora o nunca. De ese
disparo dependía el curso de la batalla. ¡Fuego!
Un silbido cortó
el aire de aquel valle. Todos los elfos incluidos los Leones Blancos
contuvieron la respiración mientras el virote volaba por los aires acercándose
a su objetivo. El general ogro, entretenido devorando lanceros elfos, no vio el
peligro que se le acercaba cuando de pronto el virote impactó de lleno en su
cabeza entrado por uno de sus ojos y derribando al general ogro que ahora yacía
tendido desangrándose a los pies de la colina.
El conductor del
carro del Escupehierros no pudo contener el pánico y puso pies en polvorosa
alejándose de aquel valle. Los ogros toro vieron como su general caía abatido
por el virote, pero en lugar de salir corriendo se armaron de valor y
comenzaron a ascender la colina para vengar a su general.
Mientras tanto,
Eridion volvió a usar los vientos de la magia para fundirse con la tierra y
reaparecer justo detrás de la unidad de ogros toro que ascendía la colina y
lanzarles de nuevo las zarzas místicas. Con el poderoso hechizo pudo acabar con
dos de los tres ogros aunque el superviviente seguía ascendiendo colina arriba
con los ojos inyectados en sangre.
Tharsus seguía
gritando órdenes a sus yelmos, pero no fue hasta que el general ogro fue
abatido que los yelmos se tranquilizaron y decidieron hacer caso a su oficial y
reagruparse.
Los Melenas Grises
de Khortiax cargaron contra otra unidad de diezmados ogros toros eliminándola.
En la última
acción de la batalla, el valeroso ogro toro cargó contra el lanzavirotes
destrozándolo y haciéndolo añicos. Era el único ogro en pie en el campo de
batalla. La batalla estaba perdida pero aún tenía una cosa que hacer. El ogro toro
bajo rápidamente la colina, recogió el cuerpo malherido de su general y lo
arrastró fuera del campo de batalla. En un intento de ponerse a salvo huyendo
de aquellos elfos que habían destrozado a sus compañeros pero no sin pagar un
alto precio en vidas.
Eridion se paseaba
por el campo de batalla intentando buscar supervivientes y salvar a los elfos
que aún tenían un hilo de vida. Por suerte, el campeón de los lanceros, Althoren,
seguía con vida. Muy malherido, pero vivo. La heroica resistencia de aquellos
lanceros pasaría a la historia. Una gesta más en el historial de la Compañía
Argéntea.
De los dos
artilleros de la Furia del Águila uno había sido devorado y solo quedaban
trozos pero el otro, el que apuntó aquella certeza flecha hacia el general
enemigo, seguía con vida. Otro héroe de aquella batalla que había sobrevivido
para contarlo.
Aun así, las pérdidas
en la Compañía Argéntea y la Guardia Plateada eran cuantiosas. Los elfos eran
pocos y cualquier baja era una pérdida terriblemente difícil de reponer. Eridion
dio la orden de volver a la base costera. Había que informar al alto mando para
solicitar refuerzos. Al parecer, no eran los únicos en aquellas tierras en
busca del artefacto. ¿Realmente esos salvajes ogros estaban aquí por el
artefacto o habitaban aquí? ¿Habrá más fuerzas interesadas en el artefacto? De
ser así, ¿qué fuerzas habrá? ¿A qué nos enfrentamos?
La misión se había
complicado enormemente con respecto a aquello que le había descrito el alto
mando de Ulthuan.
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RELATO OGRO
El amplio pasillo
adornado con glifos que adornaban el inmenso túnel estaba llegando a su fin.
Unas extrañas auroras multicolores habían iluminado la gruta durante toda la
marcha desde que accedieron al mismo por el portal místico que encontró Gaznate
de Fuego, el chamán carnicero de la tribu.
Salieron por un
pórtico muy similar al que habían abierto a golpe de cañonazo para entrar, y
éste les condujo de lleno a un siniestro bosque de escasa vegetación.
-Por acá tiene que estar ese cacharro mágico
que quiere el jefe.
Hut Cagaculebras,
matón y líder de la avanzadilla ogra, encabezaba la marcha seguido de cerca por
sus primos Teka y Meta, gemelos ambos y campeones de sus respectivos
regimientos de ogros toro. Justo detrás los chalaos de la pólvora; unos
sueltafuegos y un carro-cañón tirado por un lagarto gigante desde que el
rinobuey la palmó por no adaptarse al clima de la jungla. Mucho calor pal
bicho. Desde entonces al artillero lo apodaban Cabeza de cuero. También les
acompañaban un puñado de criaturas mestizas a medio camino entre gnoblar y
kobolds, insignificantes raciones de comida de emergencia.
De repente un olor
en el aire…comida… ¡olía a elfo! Las tripas de Hut empezaron a rugir y mandó
desplegarse para avanzar.
El cañón se
posicionó al flanco izquierdo apoyado por los gnoblars, el centro lo formó la
unidad de ogros toro de Teka, los sueltafuegos y el Matón, y por último en el
flanco derecho la unidad de ogros toro de Meta.
Antes de poder
siquiera contar cuantos puñaos de orejotas componían la fuerza enemiga, la
tierra se resquebrajó alrededor y unas zarzas mágicas flagelaron hasta la
inconsciencia estrangulando a los sueltafuegos. Unos virotes pincharon sus
tripas y solo uno de los miembros de la unidad quedó en pie.
Una densa niebla
que apestaba a magia se formó en el centro del valle y los elfos dejaron de
estar a la vista de Hut.
Los caballos que
llevaban elfos brillando encima se acercaron dejando atrás las brumas y el
hambre se disparó en la unidad de Meta.
Hut desplegó el
poder de un viejo artefacto que llevaba consigo y el objeto mágico le permitió
flotar por los aires hasta el flanco derecho con intención de devorar uno de
esos fibrosos corceles élficos. Pero el estruendo que causó la artillería de
Cabeza de Cuero le arrebató a su presa la cual estalló en una lluvia de
vísceras.
El loco
sueltafuegos que seguía en pie derribó a otro elfo a base de lanzarle metralla
con su tubo de truenos y después cayó con la espalda ensartada en varios
virotes élficos.
Meta cargó contra
los caballeros que huyeron mientras eran perseguidos por el campeón ogro que
bramaba como un loco, ¡que hambre tenía!
Cuando por fin vio
algo a través de la bruma cargó contra ello… elfos con lanza y mucho metal
encima, ¡cómo se defendían! Se escondían tras sus escudos y se escurrían como
el agua entre sus dedos esquivando sus ataques, pero poco a poco chafaba uno
aquí y otro allá… era como un enjambre de mosquitos.
A su izquierda el
carro-cañón cargó contra esos mismos elfos, el gran reptil aún no estaba domado
del todo y a duras penas conseguía acertar una dentellada aquí o allá.
Los ogros de Teka
irrumpieron en la refriega a carcajadas aplastando las cerradas líneas de
lanceros, los cuales no pudieron hacer otra cosa más que morir y huir.
Los persiguieron
mientras devoraban miembros cercenados y tripas desparramadas pero cuando
Cagaculebras se serenó en la medida que el hambre se lo permitió, pudo ver que
la batalla estaba perdida. Los insignificantes gnoblar habían sido masacrados,
solo Teka, el carro-cañón y él mismo seguían en pie…
Despertó con un
tremendo dolor de cabeza, Teka estaba tendido a su lado herido y Garganta de
Fuego le miraba enfadado.
-Hemos recogido a los heridos y hecho un
estofado con los caídos, come.
Un gran vendaje
cubría la mitad de su rostro y le dolía al masticar. Se percató de que solo le
quedaba un ojo y que el odio que sentía en su interior crecía. En la próxima
batalla pensaría más con la cabezota y menos con la barriga.
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